Dinámica colaborativa

Albert Cañigueral en su libro «Vivir mejor con menos» comienza con una cita de Bryan Walsh : «Algún día miraremos hacia atrás y nos preguntaremos por qué poseíamos tantas cosas». Hace unos días, haciendo sitio en casa, decidí (ya lo había intentado antes) tirar todos los discos, aquella música que tanto me había hecho disfrutar a lo largo de mi vida. Me costaba desprenderme de esas portadas, pero lo hice (como algo terapéutico). Además, los tiré pensando que siempre hay personas, como mi padre, que coleccionan muestras para que las futuras generaciones las vean… Pero ahora en cambio, cualquier canción que quiero la tengo en internet y la disfruto inmediatamente. Mi cuñada tiró todas sus fotografías, si ¡los álbumes de fotos a la basura! Las de su familia, las de la familia del marido… Las escaneó y las tiró. Y yo me pregunto, ¿por qué no lo hacemos todos? Ganaríamos espacio.

Eso si, hay que confiar en las nuevas tecnologías.

El consumo se basa en que si gano dinero para comprar cosas, la vida va bien y somos más felices, pero todos conocemos a personas que con menos parecen sentirse muy bien. Tienen más tiempo, tienen más amigos, tienen más conversación… Es posible, gratificante y eficiente disfrutar algo aunque no sea nuestro para siempre.

El consumo colaborativo es algo que ha existido toda la vida, y aunque no era muy «cool» lo practicábamos todos. Yo misma utilicé el vestido de mi sobrina para la primera comunión de mi hija o compartí piso en Granada durante mi vida estudiantil. Ahora, gracias a internet es una realidad y además está de moda y es mucho más ecológico. Podemos compartir bicicletas, wifi, oficinas, proyectos… Estoy segura que pronto existirá una empresa que unifique los pedidos que hacemos todos los vecinos a Amazon y que lleguen a mi edificio con el mismo mensajero y a la misma hora.

Comprar un coche (a nivel económico) es absurdo ahora mismo y desde luego considero que habría que alquilarlo entre particulares. Imagina alquilárselo al mensajero, aquel que me deja el paquete en el bajo y que compartiríamos todos los propietarios. Del mismo modo, podría también transportar al fisioterapeuta que va a venir a dar el masaje al jubilado del tercero y ¿por que no? al deportista del cuarto ya que viene… ¿Y qué pasa con la compra? ¿Por qué no la hacemos a la vez todos? Ahorraríamos mucho tiempo y transportes. Vamos añadiendo todos en una App lo que necesitamos y que lo entreguen en el espacio común. Ya que estamos, si alguien pela patatas o pica cebolla, por favor, que lo haga para todos, yo se lo cambio por organizarle la cena de aniversario o por gestionarle la compra de parafarmacia.

Perdonad, que me he venido arriba. Volvamos al artículo…

Existen no solamente modelos colaborativos en productos sino también en servicios. Ahora puedo publicar un libro y pronto podré fabricar cosas en la «fábrica del barrio». También esta revolución ha llegado al dinero, a la financiación. Estos modelos de economía colaborativa están empoderando a los ciudadanos ya que en algunos casos nosotros mismos somos los productores. El poder pasa de un poder central a una comunidad conectada y descentralizada. Estos sistemas se basan, por ejemplo, en el uso de herramientas que otras personas dejan «abiertas» lo que permite que otros usuarios las utilicen. Así la escasez ya no es el valor de las cosas.

La confianza es la clave. Las tecnologías nos pueden unir pero también separar. Así que debemos aprender a gestionarlas. Lo que está claro es que, la “vieja guardia”, debemos adaptarnos al nuevo modelo de producción y consumo, donde el valor de la confianza y reputación es fundamental. Si pienso en mis hijos y en su futuro laboral, creo que tendrán más trabajos de los que he tenido yo a lo largo de mi vida y deberán estar preparados para ser autónomos, productores y/o microempresarios.

La cuestión es que hemos pasado de un control gubernamental o empresarial a un control de las PLATAFORMAS. Google, Amazon o Facebook representan nuevas formas de monopolios. Realmente si los usuarios de estas plataformas decidieran que su uso ya no les es cómodo o eficaz y dejarán de usarlas estas perderían todo su valor.

Nick Srnicek, ensayista norteamericano, experto en economía digital y profesor en el Kings College de Londres, fue coautor en el 2015 de «Inventing the Future: postcapitalism and a world without work» (junto a Alex Williams) y ha publicado recientemente «Platform Capitalism» (Polity Press), un análisis crítico y sin embargo constructivo de la economía de plataformas incide en la necesidad de alternativas para contrarrestar tendencias como la creación de monopolios, la extracción insaciable de datos o la precariedad laboral.

Pero los profesionales sanitarios debemos estar tranquilos, la salud no es un servicio que se pueda uberizar. ¿O si?

 

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