Salvando vidas desde la farmacia
Salvando vidas desde la farmacia
Recientemente nos visitó un paciente con un resfriado considerable. De ojos llorosos, nariz lijada por clínex e incapacidad de pronunciar algunas letras: “dabe un frenadol pada ed defriado”.
Después de preguntarle qué síntomas tenía (cosa que le costó pronunciar sin ahogarse, al pobre) le pregunté si estaba tomando algún tratamiento. Y ahí vino el asunto importante, el salseo: tenía prescrito Algidol y tomaba, por su cuenta, Gelocatil. Ahora, además, quería tomar Frenadol.
La farmacia comunitaria como filtro sanitario.
Es el primer lugar al que acude un paciente con una patología puntual. A partir de ahí, nosotros los farmacéuticos, nos encargamos de evaluar su caso, dar el tratamiento personalizado más adecuado y, llegado el caso, derivar al médico. Derivar al médico es la forma sencilla de decir “que el marrón se lo coma el del fonendoscopio”. Algo parecido a un tamiz: atendemos los casos que podemos y “dejamos pasar” al médico los que necesitan más pruebas.
Situaciones como la vivida con el “antigripal” el otro día no son algo infrecuente en la farmacia, qué os voy a contar. Y no sólo con medicamentos publicitarios o de autocuidado, esos que se supone que la población sabe utilizar (y se supone que deben consultar a su farmacéutico): pacientes con medicación duplicada o triplicada, o algún despistado al que cambian la medicación y sigue tomando la antigua; pacientes consumiendo medicamentos prescritos a un familiar; gente que pide jarabes que, por alguna patología, no puede consumir; interacciones… algunos días (¡y qué días!) nos toca lidiar con pacientes asustados por algún bulo o información que han recibido y no han sabido interpretar.
La figura del farmacéutico
Todo ello invita a pensar sobre lo imprescindible que es el farmacéutico ¿Qué pasaría si no estuviéramos ahí?; o su consecuencia directa ¿Cuántos problemas de salud solucionamos y cuántas desgracias prevenimos en un solo día? Alguien debería contabilizar el número de consejos que se dan diariamente en una oficina de farmacia, de cómo evitamos el colapso de centros de salud por resfriados y el de urgencias por casos que resolvemos o negligencias que prevenimos.
Pero todo esto, por ahora, sólo lo saben nuestros pacientes, que no es poco. Y por eso somos uno de los profesionales mejor valorados por el público. Porque, aunque no se note, siempre estamos ahí. Salvando vidas.
Artículo escrito por Guillermo Martín Melgar vía Instagram